El equipo humano será mayor, pero hay una necesidad de transmitir al cliente continuidad en la forma de trabajar en el antiguo local. Esto nos obliga a mantener una línea estética determinada y conocida. Líneas curvas, suaves, en madera, transmitiendo una cualidad táctil y de calidez. Pero el reto es mantener en un local de 200m² la sensación de que la escala sigue siendo la del cliente. Que cada persona es recibida por el profesional que le trata y le guía a través de un recorrido sinuoso, no expuesto como en una sala de espera , sino guiado hasta su zona conocida, ya sea de tratamiento o entrenamiento.

La sala de espera es pequeña, y se configura como si se tratase de una estancia interior que perteneciera a la calle. Los ejes principales del local son ortogonales, pero sus aristas son redondeadas y confluyen en la zona de recepción del cliente y en la decisión de dirigirse a un entrenamiento o a una de las salas de fisioterapia. Esta confluencia es la auténtica puerta de entrada, la zona en la que el cliente se encuentra con el profesional adecuado y que le guía a la zona que le corresponde, dejando de lado el servicio de otros centros donde el profesional espera en su sala a que lleguen sus clientes o pacientes.

La iluminación de las zonas de distribución es una iluminación cálida, que nos permite rememorar una escala más doméstica, potenciando algunas de las premisas anteriormente vistas. Se consiguen ofrecer 3 salas de fisioterapia, 1 sala de entrenamiento personal, 1 sala de entrenamiento grupal, vestuarios por sexo, ducha y aseos, y todo ello sin perder la formulación original del inicio de su empresa cuando eran tan sólo 2 personas, que atienden de una forma totalmente personalizada a su clientela.